El exfutbolista y exentrenador Juan Carlos Unzué estuvo en el Congreso de los Diputados para hablar sobre la demorada ley ELA.
El 18 de junio de 2020, Juan Carlos Unzué, quien había sido un destacado portero, anunciaba que dejaba de ser entrenador y se retiraba así del mundo del fútbol. La razón fue una de esas razones que nadie quiere escuchar: había sido diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad más conocida como ELA, un padecimiento que va provocando una parálisis muscular progresiva a la que no se le encontró todavía una cura y que tiene un pronóstico de muerte.
Desde ese entonces que le dijo adiós a los campos de juego, Unzué se hizo más fuerte. Nunca bajó los brazos: empezó a luchar por su vida, para alargar su vida y para mejorar también las vidas de aquellas personas que padecen la misma enfermedad y que, tal vez, no cuentan con tantas facilidades (económicas, sobre todo) como las que tiene el exfutbolista para dar este combate.
Con ese objetivo, el propio Unzué se acercó al Congreso y terminó “humillando” a los propios diputados. Dejó claro que existen muchos discursos bonitos y pocas acciones. Pocas o ningunas, claro está…
Cuando le tocó el turno de la palabra, lo primero que hizo Juan Carlos Unzué en el Congreso fue preguntar cuántos diputados y diputadas había en la sala. Pidió que levanten la mano. “Creo que he contado cinco”, afirmó el exportero navarro, de 56 años. Y agregó: “Me imagino que el resto tendrá algo muy importante que hacer”.
Unzué dejó así en evidencia que no son pocos los políticos que esquivan sus responsabilidades. Lo hacen mientras pasan varias horas en los medios de comunicación o intentando ganarse el aplauso de sus militantes en distintos mítines. A su vez, el exfutbolista recordó en el Congreso que la ley de la ELA lleva casi dos años parada. Y todo ello pese a la aprobación de la proposición de Ley de la ELA. Y añadió que fue bloqueada “más de cincuenta veces”, como si fuera poco.
Su discurso dejó con la boquiabierta a todo el mundo. Sostuvo también que las instituciones son las que expulsan del sistema a las personas enfermas de ELA. Son las que se quedan abandonadas a su suerte, muchas veces sin los remedios necesarios. Y recordó además que, si bien su pasar económico es bueno, la mayoría de los “compañeros” (así los define) no tienen las mismas posibilidades y, en este caso, se encuentran con un Estado ausente.
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